domingo, 17 de mayo de 2009

Un paradigma femenino más allá del amor…


Sus pechos crecen en mis palmas

Crece su respiración

En mi cuello

Bajo mi cuerpo crece

Incontenible

Su cuerpo.

-José Manuel Arango-




Sucede que durante toda la historia, el paradigma femenino ha sido una sombra para la sociedad, enmarcado no sólo por múltiples prejuicios sino por absurdas ideas cerradas y erradas acerca de “formas adecuadas” para cumplir los roles sociales.

Sucede que las mismas creencias (la religión, la iglesia y los principios de Dios) han guiado a la mujer por la vida con los ojos a ciegas y el corazón latiéndole tan fuerte que de pronto, también con ayuda y en consecuencia de los hombres como gritando “auxilio” las mujeres, representadas en las heroínas de novela, abogan por un cambio.

De esta manera en obras como: “La Maria” de Jorge Isaacs y “El amor en los tiempos del cólera” de Gabriel García Márquez, los elementos románticos se realizan a la inversa y paralelamente pues navegan por las mismas aguas en distintas direcciones, pero se hacen imagen de una sociedad y paradigma femenino en el espejo del amor.

Ciertamente, en “La Maria” se palpa el amor ideal exaltado, y a su vez se presenta el amor más puro como lejano, intensificado por la ilusión de llegar a estar juntos, razón por la que el amor más conmovedor es el de una distancia.

Y en “El amor en los tiempos del cólera” nunca se realiza el amor en la forma perfecta, pues se da amor sin unión o unión sin amor, tanto así que, los síntomas de amor son iguales en gravedad a los del cólera, cuando se vive la tortura de un amor no realizado.

Entonces, en la medida que: La mujer es metáfora de la cultura, se dan en estas obras dos posibles situaciones para el rol femenino donde, por una parte se enmarca a la heroína con un yo determinado por la sociedad y en especial por la imagen paterna (de un Dios padre), y por otra con una tradicional imagen virginal que la lleva a ser negada, invisibilizada y con una voz pasiva.

Imágenes que a pesar de: “Maria” representar fielmente, Fermina Daza transgrede de alguna manera, dado que reconoce en sí misma, por su carácter fuerte lo sexual, sensual, sutil, rebelde y locuaz que es, y en consecuencia como “su belleza es útil y ya no puramente decorativa”, gracias al amor que logra penetrarle hasta la razón y oficiarle una voz participativa, (-actitud digna de imitar-).

De allí que dichas obras, bien sea por su insinuación, contraposición o fiel representación demuestren que, como se dice:

“La belleza como una forma elemental de conocimiento, a partir de la idea romántica del amor (es) una fuerza absoluta, todopoderosa y trágica. La belleza entonces, encuentra en la figura femenina una contemplación de lo conocido y de lo ignorado, que es fuente de la poesía.”

Y por eso, la belleza en toda su literalidad como herramienta del amor le ayuda a tomarse de la mano con la idea de “búsqueda existencial” para el hombre y en última instancia para toda una sociedad y cultura, siempre y cuando sea un amor que no se queda en sí mismo (o irrealizado como el de Maria y Efraín), sino que sea llave, invitación al salto como lo fue el amor de Fermina y Florentino en el que a pesar de estar al otro lado de la orilla tan distanciados por el tiempo, las circunstancias, las propias decisiones y la sociedad, saltan para dejar de ver nadar los sueños y poder nadar en la profundidad y realización de los mismos.

En síntesis, el paradigma femenino puede verse transformado por el amor, tanto así que Florentino comprendió, como lo supo siempre Efraín que:

en todo instante el hombre busca su lugar, su sentido en una mujer y ciertamente, puede encontrarlo, pero para ello se requiere algo más que un motel, algo más que un instante, se requiere (como lo muestra finalmente Gabriel García Márquez al concretar el amor entre sus personajes principales), una nueva visión del cuerpo humano, del cuerpo femenino, ya no virginal, ya no sólo puro, ya no sólo estéticamente perfecto sino con un valor más allá del estereotipado, un valor más superior, más sensible que le permita al hombre sentir, expresar y creer: que él es ella y ella es él porque en esta concepción de igualdad sin igualdad alguna, está el remedio para encontrarse en el mundo.

Finalmente, está abierta la invitación para conocer estas obras y en caso de ya conocerlas, reflexionar sobre esta nueva mirada lectora.

domingo, 10 de mayo de 2009

¡Sensualidad y Erotismo!

EXPERIENCIA POÉTICA DE RAFAEL MAYA, RELATIVA A LO AMOROSO

“Siempre he creído
Que un poema no es largo ni corto,
Que el escribir de un poeta,
Como su vivir, es un poema.
Todo es cuestión de abrir o cerrar”





Un elemento que hay que tener en cuenta cuando se hace un intento de crítica, indudablemente es reconocer que para juzgar una obra, es necesario colocarse dentro de las circunstancias históricas en que se desarrolló su pensamiento y que en relación a la lectura de la poesía, cabe decir que ésta se debe leer del mismo modo que se toma un delicioso y fino vino. Por eso, hay que tomarla lentamente, saborearla, sostenerla en el paladar y luego sentir como se reparte por cada uno de los huesos. Es un ir y venir, lo profundo y la nada, es crear, desechar, restaurar, agrietar, es la sangre misma de la palabra.
Pues ciertamente, la poesía adivina los latidos del cuerpo, sacude al poeta, (del mismo modo que al lector), porque él busca donde apoyarse pero es inútil, ya es demasiado tarde, aparece entonces esa voz interna poseyéndolo (lo que Octavio Paz llamaría ), alimentándose de sus extrañas. En ese instante el poeta deja de ser quien es y le presta el cuerpo a la poesía.
De este modo, la poesía de Rafael Maya, impone a sus lectores imaginación y un poco de mente abierta para sentir las imágenes que de una u otra manera cumplen la misión del poeta, es decir, crear un puente entre el mundo, los sentidos y el alma desde su experiencia, incitando a la necesidad de embriaguez mientras el vino corre palabra a palabra por nuestro ser, haciéndonos parte de él permitiéndonos e induciéndonos a la critica, entendida ésta como un ejercicio de reflexión, frente a esa posibilidad que tiene el poeta de ser libre, pues como dice Octavio Paz, sus alas son el deseo y la imaginación porque el cielo está a su alcance y “se llama fruta, flor, nube, mujer, acto”.
Por eso, el presente documento aborda la poesía de Maya, desde el concepto de “sistema poético” y medium que propone Walter Benjamín, con el fin de lograr lanzar las hipótesis necesarias y realizar nuevas aproximaciones alrededor del tópico de la poesía amorosa que inmediatamente nos remite a la mujer, al cuerpo, el amor y el erotismo, no sin antes decir que nuestro autor nació el 21 de Marzo de 1897 en Popayán, donde el ambiente señorial orgulloso de su pasado colonial, perfeccionadamente religioso, habría de calar tan hondamente en su ser, que pese a su permanencia en Bogotá, ninguno de esos sentimientos se aminoró, dado que lo católico no sólo “limita” su actuar; sino que también modela a la amada (la visión de la m
ujer) y el modo en que el amante siente el amor y expresa su deseo।








En este sentido y pese a que Maya no trasciende el limite con la corporeidad femenina, es a partir de ésta que su escritura no sólo describe situaciones sino que expresa una vivencia desde unos criterios básicos para actuar, convirtiéndolo en un poeta del amor antes que un poeta de la mujer, lo que ciertamente dista de tan sólo un paso en cuanto a la experimentación, porque desde el siglo XII lo que se conoce como “Amor cortés” sumió a los poetas en una relación idílica con la amada, razón por la que la mujer pasa a ser vista como idea real al que se le canta y al parecer esta es una de las características más apreciativas de la poesía de nuestro autor de interés।








En otras palabras, quien no conozca la producción literaria y ensayística de este escritor colombiano encontrará en el presente estudio, una invitación y un estímulo para iniciar su lectura; y quien ya conoce la obra de este poeta, seguramente revalorará su criterio por uno de los escritores de las letras colombianas, dado que él habla en cada palabra, de una experiencia y tras toda experiencia existe un modo (forma) de asumirla, porque la experiencia poética debe ser entendida como “un abrir las fuentes del ser”. Es decir, que su poesía fue hecha por palabras pertenecientes a una época concreta y por tanto pertenecientes a una historia particular, lo que la convierte en producto de una perspectiva o visión del mundo que se revela en el ritmo de cada poema que por cierto se hace único pues tal vez tiene por referente práctico (ya que pasa por tener un cuerpo y un limite de su potencialización además de pasar por un problema de valores -esos valores que posiblemente aquí quedan planteados en términos de crisis-) la mujer como motivo poético que a su vez, divide los poemas en tres categorías donde encontramos:
- Poemas de amor tierno, casi inalcanzado, pues se canta a esa mujer casi inalcanzable, o que ya se ha perdido en el pasado y en el vivo deseo de posesión, como: En el parque, Tarde, La ausente, Tu y yo, De Cristal, Volver a verte, Beatriz…
- Poemas donde se muestra la picardía de sus andanzas eróticas, recordadas con nostalgia como: Canto nuevo, En Bohemia, Solo contigo, Vida nueva, Las Alas, El espíritu del fuego, Tú y la noche…
- y Poemas que denotan su búsqueda por la belleza con un método de asociación por correspondencias en las que la mujer es el centro por lo que se diría que el poeta toma las palabras como el medium de los sentidos desde el alma del hombre y el mundo; como: El mundo en flor, Diana Victrix, Interior, La mujer sobre el ébano, Mujer y Rosa, Amor…




Encontramos, por tanto, el erotismo sutil, en el cual la acción es insinuada, disfrazada de palabras que llevan a fetichizar el sexo casi hasta sublimarlo. En otras palabras, en Maya se encuentra una contención de la pulsión sexual, por lo que no aflora abiertamente con sus vocablos la posibilidad amatoria aunque la insinúa. Puesto que en su obra, se nota un leve balbuceo en reflexión que dota a su lenguaje de los privilegios de la evocación aludida, apenas nombrada del cuerpo y todo lo que a la sensación concierne, o también lo que tiene que ver con el contraste entre la belleza incandescente y las penumbras del olvido la distancia o la renuncia.
De hecho, cada poema, verso o pequeña experiencia que hace de la obra de Rafael Maya, una totalidad fragmentada, seguramente tiene diversos y posibles significados; más no se trata de significados aislados ni mucho menos, sino como un todo, como un médium que expresa ese rítmico vaivén de las palabras que fluyen naturalmente, para formar ese canto es decir, la obra que por ser totalidad única se porta como el clímax de un orgasmo, como la eyaculación de arte y creación que obviamente está cargada de vida.
Por eso no cabe duda, de que renglón a renglón demuestra la magia verbal que necesita un tipo de comprensión del mundo con una mente capaz de toda turbulencia y de toda tranquilidad, es decir, una mente capaz de sentir y razonar a partir de un poder verdaderamente inspirado, desde la misma noción del absoluto que se liga a la concepción de reflexión, pues ésta lo constituye, por eso reconocemos el absoluto como totalidad abierta a todas las posibles lecturas porque así como en él hay un darse cuenta, también podría afirmarse que cada imagen recreada en los poemas, es un absoluto inacabado con multiplicidad de arte en sí mismo, en otras palabras, o mejor en palabras del mismo Maya:



“Ver, oír y palpar: he allí la sola ciencia
donde la lira funda su incomparable gozo.
(…) Ver, oír y palpar: ¡Para el poeta es todo!
Mas un grano de polen alberga una centella”।




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